Un tatarabuelo (I)


Debió ser una tarde que imagino de invierno. Mi abuelo estaba en su despacho, algo penumbroso, de la casa solariega familiar de la calle Salamanca y yo, con cualquier excusa, simplemente pasaba por allí (la casa de mi abuelo era, más que una casa, un lugar público por el que transitaban a deshora y sin ningún motivo ni control cualesquiera miembros de la familia, o incluso cualquier conocido) y me llamó. Estaba mirando él, sentado en su butacón, un documento enmarcado sobre el que me hizo fijar la atención. "Mira", me dijo con orgullo, "este es el decreto de abolición de la esclavitud en España. Lo firmó mi abuelo". Yo, niño que apenas tendría diez años, no le di más importancia al asunto que la que merecían la solemnidad de las palabras de mi abuelo, la reverencia con la que miraba él el documento y el hecho de hallarse enmarcado. Capté que se trataba de una curiosa reliquia, pero en realidad solo me quedé, como cosa nueva, con las palabras "abolición de la esclavitud en España" y "mi abuelo". Lo primero porque yo situaba la esclavitud en un lugar lejano y en tiempos remotos, no en donde yo vivía. Lo segundo porque, al imaginarlo en un tiempo remoto, no podía imaginar que fuera algo que pudiera tener ninguna relación conmigo. Aunque lejano para mi mente infantil, el abuelo de este abuelo que me tenía suavemente cogido con su brazo en ese mismo momento, era alguien que tenía algo que ver conmigo.
Lo cierto es que ese momento se me quedó grabado como un hecho aislado sin conexión con el resto de mi vida, flotando en mi memoria de vez en cuando según el capricho de los recuerdos. Entonces, ya más adulto, me surgía una pregunta que era más una curiosidad que otra cosa: ¿quién sería aquél abuelo lejano que terminó con la esclavitud?
Solo casi cuarenta años después ha empezado a perfilarse el rostro y la personalidad de Gabriel Rodríguez, mi tatarabuelo...
Primero fue en un concierto en mi ciudad, hace pocos años. Fue un pequeño revuelo en toda la familia: ¡van a interpretar unos Lied de Gabriel Rodríguez, nuestro tatarabuelo! Luego fue el artículo de la revista cultural que reseñó el concierto: ingeniero, economista, gran amante de la música, autor de los primeros Lied en España, político relevante del siglo XIX, nacido en Valencia pero afincado en Madrid... Y aquella tarde, con mi abuelo y su documento enmarcado, brotó nitidamente en mi memoria. Al fin, con nombres y apellidos, con una biografía, un lugar y un tiempo, aparecía el autor de aquella rúbrica.
Pero lo que no podía imaginar, última sorpresa de esta historia, es que el mismo personaje hubiera tenido que ver no solo con la esclavitud y con la música, sino con uno de los acontecimientos destacables de la historia del urbanismo español: la realización del ensanche de Madrid. Este hecho y esta faceta suya apareció hace poco por azar...

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