Hacia una definición

Siempre nos han dicho que el urbanismo nació en la época clásica. Es cierto que desde antes incluso, desde que hace más de cinco mil años aparecieron las ciudades, fue necesario urbanizar el suelo, es decir, transformarlo para que en vez de productivo fuera soporte de edificios y de actividades humanas en sociedades complejas que explotaban de un modo nuevo el medio ambiente: las sociedades agrícolas. El suelo productivo se situaba fuera del suelo urbanizado, manteniendo con él relaciones diversas según el tipo de ciudad (incluso de sociedad) de que se trataba.
Pero no debemos confundirnos. Lo que hoy conocemos por urbanismo, aquello a lo que nos referimos, y a lo que los medios se refieren cuando hablan de él, no es realmente (salvo chocantes excepciones) la mera "urbanización". La urbanización, en realidad, es una pequeña parte del urbanismo.
El urbanismo es algo realmente moderno: realmente nace ya entrado el siglo XIX con la búsqueda de soluciones a los tremendos problemas que surgen en la ciudad con motivo del fenómeno histórico conocido como la revolución industrial. En este sentido, el urbanismo es, en última instancia, el poder público aplicado a la solución de dichos problemas, que inicialmente se perciben como de salubridad pero que pronto se ve que son auténticos problemas sociales que se dan en las grandes aglomeraciones a consecuencia de su continuo crecimiento y de la continua y acelerada transformación de sus diferentes partes.
Lógicamente, el caballo de batalla del urbanismo en nuestras sociedades industriales capitalistas y liberales es la propiedad privada. El urbanismo es, en este sentido, el difícil punto de equilibrio entre las necesidades y exigencias de lo público y el derecho de propiedad. Entendiendo por lo público no solo la abstracción de un poder, sino el bien de cuantos habitan la ciudad.
El urbanismo es también, yendo más allá de la sociedad industrial y adentrándonos en la postindustrial en la que estamos, el difícil punto de encuentro entre el espacio artificial que es la ciudad, y que se expande en una carrera que ya parece no tener límite, y el espacio natural, el medio ambiente. Aunque en este último caso, deberíamos decir más bien que el medio ambiente es el que marca el límite por arriba a determinadas formas o modelos de urbanismo. Pero entonces ya no hablaríamos propiamente de urbanismo, sino de ordenación del territorio, aspecto este que, al menos de momento, se sale del ámbito que nos hemos propuesto abordar en este blog; aunque no podremos evitar hacer referencias circunstanciales al mismo.

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