Cultivar la ciudad

"En el momento en que el hombre puede disponer de una cuerda trenzada de cualquier material, estamos ya en el umbral de la geometría: los círculos pueden ser más perfectos y pueden trazarse nuevas líneas [... que] ahorran tiempo y espacio en las faenas agrícolas, permiten un mayor aprovechamiento de los terrenos planos, marcan claramente las distancias más cortas. La transformación consecuente de los cerramientos en polígonos rectos es, entonces, prácticamente inmediata. Con el círculo, el cuadrado y el rectángulo comparten la magia simbólica de los primeros tiempos."
(Francisco Páez de la Cadena: Historia de los Estilos en Jardinería)

Ribera de Cubas (Albacete): nivelando el terreno y tirando surcos con una cuerda.
Planificar ciudades tiene mucho que ver con cultivar el campo. En alemán el verbo "bauen" sirve tanto para significar "cultivar" como "construir". No es una casualidad. Los romanos cuando iban a construir una ciudad marcaban su perímetro con un arado y dedicaban a los dioses la tierra sobre la que la iban a levantar.
Pero no hace falta acudir a ritos ni etimologías. El primer dominio práctico que ejerce el hombre sobre la tierra es la agricultura. Antes de que se construyeran ciudades se cultivaban los campos y las mejoras en el cultivo prepararon el camino al diseño de ciudades.
La ciudad, la arquitectura, por tanto, no nacen con la construcción de una cabaña como creían los enciclopedistas del neoclasicismo sino con el establecimiento de un sistema avanzado de cultivos, con sus sistemas de canalización de ríos e irrigación de campos, como en la Mesopotamia de los sumerios. Y esto fue muy posterior a la construcción de la primera cabaña, que probablemente fue una cabaña temporal que se abandonaría pronto para seguir a la caza de la que el hombre vivía y que tardaría decenas de miles de años en verse rodeada de un sistema racional de cultivos que sentarían con sus técnicas y necesidades de organización humana las primeras bases para la construcción de la primera ciudad. Ciudad rodeada de campos ordenados para su óptima explotación, nivelados para poder ser regados eficazmente por medio de sistemas avanzados de canalizaciones. Ciudad que pronto tendría jardines.
Porque la jardinería no es sino una sublimación de agricultura y ciudad, y jardines y ciudades tienen entre sí una relación mucho mas profunda que la de ser los unos los espacios vacíos de la otra. En los jardines encontramos todos los esquemas y relaciones espaciales que se dan en la ciudad: calles, cruces, orientaciones, compartimentaciones, simbolismos, zonificaciones. Podría decirse que un buen jardín simboliza siempre de algún modo una ciudad ideal, una ciudad idealizada, un paraíso en el sentido, no de un lugar no urbanizado, sino de una naturaleza construida, "gebaut". El Paraíso fue un lugar construido, cultivado, ordenado, una utopía de la humanidad en forma de jardín más que una edad inculta en la que el hombre se limitara a ser poco más que un animal dotado de lenguaje. El mito del Paraíso solo pudo imaginarlo una cultura agrícola, jardinera y a la vez urbana.
Y cada vez que despreciamos toda esa cultura jardinera reduciendo los jardines de nuestras ciudades a meras superficies verdes con árboles plantados sin intención y un trazado simplón o aleatorio que nunca invita a contemplar nada, ni dentro ni fuera del jardín mismo, sino como mucho a jugar una partida de petanca, estamos, ahí sí, retrocediendo a las épocas más primitivas de la humanidad, solo que rodeados de edificios e instituciones que se limitan a suministrarnos seguridad y cobijo y a darnos de comer.
Si queremos recuperar nuestras ciudades debemos recuperar nuestros jardines y parques. Ellos sintetizan el alma de un espacio humanizado. Y no tenemos otro futuro.

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